La serie “Ginny y Georgia” tiene razón al recordarnos que el aborto es una elección personal.

¿La serie? Ginny y Georgia .

¿El escenario? Una clínica de mujeres.

¿La escena? Ginny, de 16 años, lleva un embarazo no deseado y quiere abortar. Durante la consulta preconcepcional, le preguntan si necesita tiempo para decidir. No, responde la adolescente. Está segura de su decisión.

Su decisión no se cuestiona. No hay ningún acto de arrepentimiento por su parte. ¿Por qué? Simplemente porque no se nos invita a posicionarnos. Su decisión es íntima y personal, aunque la excesiva politización de los derechos reproductivos casi nos haga creer lo contrario.

En Estados Unidos, las opiniones firmes, los debates acalorados y las batallas legislativas han abundado desde que se dictó el fallo Roe contra Wade [que legalizó el aborto] en 1973 y fue revocado en 2022 por la Corte Suprema . No es de extrañar, entonces, que un tema tan divisivo a menudo esté ausente de las series de televisión: alienar a medio país rara vez beneficia la audiencia.

Entre las excepciones se encuentran Maude [una comedia de situación de los años 70 pionera en la representación de la mujer, algo nunca visto en Francia], The Facts of Life [otra comedia de situación de los años 80] y Jane the Virgin [sobre una joven virgen que es inseminada por error durante una visita al ginecólogo, emitida entre 2014 y 2019], que abordó este tema en escenas conmovedoras. Sin embargo, el reconocimiento de la bipolaridad del sujeto prevaleció en pantalla sobre la descripción transparente de las razones y sentimientos de los personajes.

Otro problema surge cuando se aborda el aborto en una subtrama. Es difícil, entonces, no ver estos paréntesis.